La muerte de Durruti



Durruti junto al alférez Antonino Uriel segundo derecha redactor de el Heraldo de Madrid. 11 noviembre 1936




“En la madrugada del 18 al 19 de noviembre, en la línea del frente de la Ciudad Universitaria, los milicianos se preparan para asaltar el Hospital Clínico, en manos de las tropas moras. Tras varias escaramuzas consiguen acceder al inmueble pero durante su acción son rechazados por los destacamentos allí refugiados y se inicia un brutal combate en el interior del recinto. La lucha se lleva a cabo planta por planta, habitación por habitación, prácticamente cuerpo a cuerpo. Tras varias horas, los milicianos deciden replegarse y volver a sus posiciones iniciales. La moral de los libertarios pasa por uno de sus momentos más desalentadores. Muchos se plantean la posibilidad de abandonar su posición tras haber estado cuatro días combatiendo sin descanso, sin dormir, ateridos por el frío y prácticamente sin comer.”

“Llegamos a la plaza de Cuatro Caminos y giré por la Avenida de Pablo Iglesias a toda velocidad. Pasamos al lado de unas casitas bajas que hay al final de la avenida y luego giramos a la derecha. Llegando a una bocacalle vimos a un grupo de milicianos que parecía venir a nuestro encuentro. Durruti sospechó que aquellos muchachos tenían la intención de abandonar el frente y me ordenó detener el coche. Maldita la hora, mi comandante. Estábamos en zona de fuego enemigo. Las tropas moras, que ocupaban el Hospital Clínico y dominaban el lugar, disparaban contra todo lo que se movía. No se oían más que tiros por todos lados. Por precaución,estacioné el auto en la esquina de uno de aquellos hotelitos de la zona. Durruti y Manzana bajaron del coche y se fueron hacia el grupo de milicianos para preguntarles dónde iban. Los soldados, sorprendidos en su falta, no supieron qué contestar. Durruti les reprendió severamente y les ordenó que volvieran a sus puestos.

—¿En qué punto exacto del recorrido realizaron dicha parada? —preguntó Fernández Durán.

—No sabría decirle con exactitud, mi comandante —respondió Graves—. Como le he dicho, bajamos por la Avenida de Pablo Iglesias y luego giramos a la izquierda por una calle que hace curva y bordea los hotelitos. Avenida del Valle creo que se llama, pero no estoy muy seguro.”

—¿Y usted descendió del vehículo? —preguntó de nuevo Fernández Durán. —No, señor. Yo estaba al volante y con el motor en marcha, a la espera de que volvieran para ponernos a salvo lo antes posible. Ya le he dicho que la zona estaba siendo batida por fuego enemigo.

—¿Qué ocurrió después? —Los soldados a los que reprendía Durruti agacharon las orejas y se dieron media vuelta,  mi comandante. Durruti y el sargento Manzana se vinieron para el coche. Estábamos enfrente del Hospital Clínico y los rebeldes no dejaban de disparar. Varias balas silbaron cerca. Muy cerca, mi comandante. Parecía como si los moros se hubieran dado cuenta de que estábamos allí y, al ser un blanco fácil, hubieran decidido arremeter contra el coche. Pude oír a mi espalda cómo Durruti abría la puerta de atrás del coche y a continuación un disparo. Durruti cayó al suelo con el pecho cubierto de sangre. Yo salí del vehículo y, junto con Manzana, lo colocamos en el asiento de atrás. Di media vuelta al coche y me dirigí a toda velocidad hacia el hospital que hay en el hotel Ritz. Al llegar nos atendió el doctor Santamaría, el médico de la columna, y se llevó a Durruti rápidamente a los quirófanos que estaban en los sótanos del hotel. “

Llegó luego el turno del interrogatorio de Antonio Bonilla, cuya aportación es confirmar que su coche hizo todo el recorrido delante y otros detalles de los hechos, también muy interesantes: “Fernández Durán tomó asiento frente a aquel hombre. —¿Cuál es su nombre, camarada? —preguntó Fernández Durán con cordialidad.

—Me llamo Antonio Bonilla—. Cuénteme lo ocurrido el pasado día 19 de noviembre —preguntó Fernández Durán. Bonilla miró fijamente a Fernández Durán con una mezcla de escepticismo y temor dibujada en sus ojos. ¿Qué ocurrió ese día? Bonilla dudó. A pesar de su transigencia y afabilidad inicial, Fernández Durán le miraba con cierta severidad. Bonilla tragó saliva y comenzó a hablar. Bonilla titubeó por un instante y siguió hablando.

"Me acompañé de dos hombres de mi grupo, los dos buenos compañeros. Uno era Lorente, que elegí por ser el que mejor conducía un coche entre nosotros, el otro era Miguel Doga, catalán, de oficio carpintero, hombre de pocas palabras y muy valeroso. Pusimos en marcha el coche que los compañeros de Madrid nos prestaron porque con el que vinimos de Barcelona era muy viejo y demasiado grande. Al llegar al cuartel general, Julio Graves que era el chofer de Durruti, terminaba de preparar el "Packard" para el sargento Manzana y Durruti que se disponían a salir con él. Al vernos vinieron hacia nosotros y les conté lo ocurrido. Entonces indiqué a Julio Graves que siguiera nuestro coche puesto que había algunas calles que estaban batidas por el fuego del enemigo y nosotros elegiríamos las que quedaran fuera de cualquier peligro.


En el "Packard" iba Julio Graves conduciendo; Manzana y Durruti iban sentados atrás. José Manzana llevaba consigo, como de costumbre su "naranjero" colgándole del hombro en tanto que su mano derecha la llevaba herida y en cabestrillo. Durruti, a simple vista, parecía que no iba armado, pero no era así, porque el se colocaba en el correaje su "Colt 45" en una funda, que quedaba oculta por el chaquetón de cuero.  En el coche nuestro íbamos los tres: Lorente que lo conducía, Miguel Doga y yo. Cuando llegábamos a las proximidades de los chalets donde estaban apostadas nuestras fuerzas extremamos mas las precauciones. Cada vez que teníamos que virar en alguna de aquellas calles aguardábamos a que llegase el "Packard" de Durruti para que nos siguiera perfectamente. Cuando doblamos la última calle en la que unos cuarenta metros mas abajo estaba el primero de los chalets que ocupábamos, nos detuvimos unos veinte metros mas allá de la esquina.

Al mirar atrás vimos que el "Packard" se había detenido y que Durruti y Manzana se apeaban del auto para hablar con cinco muchachos que estaban parados en aquel punto. No puedo afirmarlo pero creo que aquellos jóvenes pertenecían a la Columna Del Rosal y hasta, posiblemente, aquella madrugada habían intervenido en el asalto al Hospital Clínico con los nuestros. El punto donde se encontraban no estaba batido por el fuego enemigo. Estuvimos parados tres o cuatro minutos aguardando, y cuando de nuevo volvimos a mirar hacia atrás con deseos de comprobar si el "Packard" nos seguía de nuevo, vimos que el "Packard" se había dado la vuelta y emprendía otra vez el camino de regreso rápidamente. Inmediatamente bajé del coche y fui hasta los jóvenes que seguían hablando en la misma esquina. Al preguntarles por qué se había vuelto el coche, me respondieron que había un herido”.

 Testimonios novelados por Pedro Paz El hombre que mató a Durruti







Aproximadamente a la una de la tarde del 19 de noviembre de 1936 (en plena Batalla de la Ciudad Universitaria de Madrid), en la calle Isaac Peral, menos de dos horas después de haber sido entrevistado en la calle en Madrid para el noticiario filmado del PCUS, Durruti es herido en el pecho por una bala de extraña procedencia; en grave estado, es llevado al Hotel Ritz, sede del hospital de sangre de las milicias catalanas, donde muere al día siguiente a las cuatro de la mañana. La autopsia reveló que el deceso de Durruti se debió a los destrozos causados por una bala calibre nueve largo, la cual penetró el tórax y lesionó importantes vísceras. Su cuerpo fue entregado a los servicios especializados del Municipio de Madrid para ser sometido a un proceso de embalsamamiento, ya que sería trasladado y enterrado en Barcelona. Su deceso es ocultado a la población con el fin de evitar desánimos.

                                                             



La muerte de Durruti ocurrió en oscuras circunstancias que han propiciado la aparición de diversas hipótesis para explicar su deceso. Durruti defendía la misma postura del PCE de primeramente ganar la Guerra Civil, para posteriormente llevar a cabo la Revolución y dilucidar el modelo organizativo, pero teniendo bajo control el territorio. Ésta misma postura le enfrentó a la de su organización anarco-sindical CNT, que ya habían llevado a cabo en Cataluña la Revolución paralelamente a la Guerra Civil que discurría en Castilla. Según la CNT, escuetamente fue una «bala fascista». Las emisoras de radio de la zona nacional le atribuyeron el hecho a los comunistas, quienes a su vez aseguraron que el atentado había sido ocasionado por trotskistas o hasta por los mismos anarquistas debido al enfrentamiento de éste con su propia dirección. Se ha dicho también que fue víctima de unos ladrones, que él mismo intentaba detener. También se asegura que fue un disparo salido de su propia arma (a pesar de que las armas no se disparan solas): algunos afirman que se le cayó su fusil ametrallador, mientras que otros aseguran que Durruti sólo portaba un Colt 45.



19 de Noviembre de 1936
 

EJÉRCITO NACIONAL

 
En el sector de El Escorial pequeños avances de nuestras tropas.

En los barrios de Madrid ensanchamiento de las zonas ocupadas, rechazándose varios ataques del enemigo, al que se ocasionaron numerosísimas bajas y cogiéndoles cuatro ametralladoras.

En el aire bombardeos intensos de los puntos de importancia militar, siendo derribados por nuestras fuerzas aéreas cuatro aviones de caza enemigos.
 

EJÉRCITO REPUBLICANO

 
PARTE OFICIAL DE GUERRA
 
Frente del Centro.- La jornada en el día de hoy ha terminado sin que se modificase la situación de nuestras tropas, a pesar del intenso ataque del enemigo. Se ha combatido con extraordinaria dureza atacando las tropas facciosas y contraatacando nuestras fuerzas briosamente en distintos puntos de la Ciudad Universitaria y Casa de Campo.

            Las posiciones alcanzadas en la mañana de hoy han sido conservadas.

            Se han hecho al enemigo algunos prisioneros, se le ha volado un polvorín y se le ha capturado material de guerra. Un fuerte contraataque dirigido por el enemigo contra nuestras posiciones en las últimas horas de la tarde, apoyados con carros de combate, fue enérgicamente rechazado, ocasionándoles muchas bajas.
 
PARTE DEL MINISTERIO DE MARINA Y AIRE
 
A las ocho de la tarde.- En el día de hoy nuestras escuadrillas prestaron distintos servicios de vigilancia sobre Madrid durante varias horas, no siendo posible localizar al enemigo.

            A las once y cuarenta y cinco fue vista una gran masa de aviones facciosos, compuesta por 18 aparatos de gran bombardeo marca “Junker”, seis aviones ligeros de bombardeo y 20 cazas, que protegían a los anteriores. Nuestras escuadrillas evolucionaron rápidamente entablando combate contra ele enemigo, durante el cual perdimos nosotros dos aparatos de caza. Derribamos al enemigo seis: tres trimotores “Junker” y tres aviones de caza. Uno de los trimotores “Junker” cayó en la Casa de Campo. Los otros dos cayeron casi verticalmente, estrellándose contra el suelo.
 
Partes oficiales de guerra: 1936-1939


La Voz (Madrid). 19/11/1936

EXTRAÍDO DEL LIBRO “DURRUTI, 1896-1936”, DE RAI FERRER (Onomatopeya), EDICIONES LIBERTARIAS, 1996.
 
El día 19 de noviembre , los milicianos de la columna Durruti se preparan para el asalto al Hospital Clínico, ocupado por tropas moras y guardias civiles.


Solidaridad Obrera 19/11/1936  




Entramos ahora en el día negro del anarquismo revolucionario...





Solidaridad Obrera 19 noviembre 1936


Tras los primeros combates, los anarquistas ocupan parte de las plantas del clínico, quedando en la zona superior del edificio un contingente de tropas nacionalistas.

Enterado de que sus hombre quieren abandonar a toda costa el Clínico, Durruti ordena a Julio Graves que prepare el coche para dirigirse inmediatamente hacia allí, y cuando Manzana dice que tiene una reunión de la CNT preparada para después, Buenaventura responde: “Es cuestión de media hora y si es cierto que se ha producido una desbandada, mi presencia resultará muy eficaz.”

 Cuando el Packard se pone en marcha en dirección al Hospital, en su interior viajan las siguientes personas: Durruti, el chófer Graves y el sargento Manzana.

Durante el trayecto, poco antes de llegar al lugar de su destino, Durruti y sus acompañantes encuentran a un reducido número de milicianos descontentos, que han abandonado su puesto de combate.

El leonés hace parar el coche; se acerca hasta e grupo y entra en conversación con ellos para convencerles de que regresen a la posición.

Terminado el diálogo, mientras los milicianos se alejan, Durruti avanza hacia el automóvil. En ese instante estalla un fogonazo y el anarquista leonés cae al suelo con una bala incrustada en el pecho.

Ante lo inesperado de la acción, Julio Graves y el Sargento Manzana salen precipitadamente del coche y meten al herido sin pérdida de tiempo en el interior del vehículo.

En menos de un minuto, julio Graves, maniobrando lo más rápido posible hace girar el coche y se dirige a toda velocidad hacia el Hospital de las Milicias Catalanas, instalado en Madrid.

Veinte minutos después Durruti está en el quirófano, donde continúa hasta las cinco de la tarde. A esa hora el leonés es trasladado a una habitación del primer piso.

Efectuado el examen de la herida, los doctores Fraile, Monje, Bastos y Santamaría confirman que la herida es mortal de necesidad y que cualquier intervención quirúrgica es inútil.
Con un proyectil alojado en la zona del corazón, los cuatro médicos sólo pueden redactar un informe en el que especifican el carácter de la herida y la trayectoria de la bala.
Alrededor de la medianoche, Durruti pierde el conocimiento y entra en estado de coma.
A las seis de la madrugada del 20 de noviembre de 1936, Buenaventura Durruti, el hombre y el revolucionario, deja de existir.


Solidariad Obrera 20 noviembre 1936


Cuatro meses antes había cumplido cuarenta años.

El diagnóstico médico final especifica: muerte causada por una hemorragia pleural.


 La muerte de Durruti (Joan Llarch)












Durruti con un mauser a la espalda.

Testimonio de Antonio Bonilla Albaladejo

El fatídico 19 de noviembre - La muerte de Durruti

"Me acompañe de dos hombres de mi grupo, los dos buenos compañeros. Uno era Lorente, que elegí por ser el que mejor conducía un coche entre nosotros, el otro era Miguel Doga, catalán, de oficio carpintero, hombre de pocas palabras y muy valeroso. Pusimos en marcha el coche que los compañeros de Madrid nos prestaron porque con el que vinimos de Barcelona era muy viejo y demasiado grande. Al llegar al cuartel general, Julio Graves que era el chofer de Durruti, terminaba de preparar el "Packard" para el sargento Manzana y Durruti que se disponían a salir con él. Al vernos vinieron hacia nosotros y les conté lo ocurrido. Durruti dijo que quería tener unas palabras con aquel capitán de la Columna Del Rosal. Entonces indique a Julio Graves que siguiera nuestro coche puesto que había algunas calles que estaban batidas por el fuego del enemigo y nosotros elegiríamos las que quedaran fuera de cualquier peligro.

En el "Packard" iba Julio Graves conduciendo en el volante; Manzana y Durruti iban sentados atrás. José Manzana llevaba consigo, como de costumbre su "naranjero" colgándole del hombro en tanto que su mano derecha la llevaba herida y en cabestrillo. Durruti, a simple vista, parecía que no iba armado, pero no era así, porque el se colocaba en el correaje su "Colt 45" en una funda, que quedaba oculta por el chaquetón de cuero. El sargento José Manzana era buen tirador. Ya en una ocasión hallándose la columna en Aragón fui testigo de ello. Nos encontrábamos en Pina de Ebro en casa de un compañero, cuando llegaron Manzana y Durruti. En el momento que entraban, el reloj de la pared casualmente comenzó a dar la hora sonoramente. Manzana sacó la pistola y le dio dos tiros al reloj que se quedo mudo. Cuando le pregunte porque lo había hecho, se limito a contestarme "que no quería que nadie le controlara el tiempo". Continuando con lo anterior, como he dicho, en el coche nuestro íbamos los tres: Lorente que lo conducía, Miguel Doga y yo. Cuando llegábamos a las proximidades de los chalets donde estaban apostadas nuestras fuerzas extremamos mas las precauciones. Cada vez que teníamos que virar en alguna de aquellas calles aguardábamos a que llegase el "Packard" de Durruti para que nos siguiera perfectamente. Cuando doblamos la ultima calle en la que unos cuarenta metros mas abajo estaba el primero de los chalets que ocupábamos, nos detuvimos unos veinte metros mas allá de la esquina. Al mirar atrás vimos que el "Packard" se había detenido y que Durruti y Manzana se apeaban del auto para hablar con cinco muchachos que estaban parados en aquel punto. No puedo afirmarlo pero creo que aquellos jóvenes pertenecían a la Columna Del Rosal y hasta, posiblemente, aquella madrugada habían intervenido en el asalto al Hospital Clínico con los nuestros. El punto donde se encontraban no estaba batido por el fuego enemigo. Estuvimos parados tres o cuatro minutos aguardando y cuando de nuevo volvimos a mirar hacia atrás con deseos de comprobar si el "Packard" nos seguía de nuevo, vimos que el "Packard" se había dado la vuelta y emprendía otra vez el camino de regreso rapidamente. Inmediatamente baje del coche y fui hasta los jóvenes que seguían hablando en la misma esquina. Al preguntarles por que se había vuelto aquel coche, me respondieron que había un herido. Les pregunte si habían reconocido a las dos personas que bajaron del coche para hablar con ellos y contestaron negativamente."
Manzana: un campeón de tiro
"Presintiendo que el herido era Durruti, corrí a mi coche, conté a Doga y a Lorente lo ocurrido, dimos inmediatamente vuelta al coche y nos dirigimos velozmente al cuartel de la calle Miguel Ángel. Nos recibió Manzana quien nos dijo que Durruti no estaba porque había marchado a una reunión del Comité Nacional de la CNT. Le replique que me estaba mintiendo. Palideció intensamente. Sabia que yo era más rápido en sacar la pistola. Rapidamente me observó que si estaba en la Columna era por Durruti y por mi pero que como comprobaba que yo no le merecía mucha confianza, estaba dispuesto a marcharse de ella en aquel momento. Le conteste que el mismo se encargara de mandarme un enlace para avisarme del estado de Durruti. El día 20 de noviembre, día siguiente, a las cinco de la mañana llegó el compañero Mora en una bicicleta para decirme que Durruti había muerto. Yo me encontraba en los chalets con nuestras diezmadas fuerzas frente al Hospital Clínico."


  LOS MANDOS NACIONALES DE  "LA BATALLA DE MADRID"




DÍA 19 
 El día 19 siguió la acción ofensiva de Alzugaray en la que Durruti volvió a solicitar un puesto en primera línea. Miaja lo había relevado el día 17 y sólo ante su insistencia autorizó el que se le diera una nueva oportunidad para superar los reiterados fracasos sufridos. Murió al día siguiente en el quirófano del Hotel Ritz (12).

(12)  A resultas de un disparo que le entró por el lado derecho de su torso sobre las 14´00 horas. Este hecho aún hoy suscita controversia por no estar definitivamente aclarado y existir versiones contradictorias sobre el origen del mismo.

 Para mandar sus tropas vino desde Barcelona Ricardo Sanz, que allí dirigía la Comisión organizadora de Milicias. Cuando recibió la noticia está en Figueras acompañado del Comandante de Carabineros Ramos que mandaba la Defensa de Costas y en Barcelona el Consejero de Defensa, TCol. Sandino, le extiendió su nombramiento como nuevo jefe de las Columnas catalanas en Madrid a las que se incorporó inmediatamente y a las que encontró en un pésimo estado moral: muerto Durruti y heridos Manzana, Yoldi y Liberto Ros, las fuerzas de  Sanz pasaron a retaguardia para reorganizarse y fueron sustituidos en el ataque al Hospital Clínico por el Batallón Mora de la C.N.T. y el Asturias del 5º Regimiento. Buscando el honor de sus propias organizaciones políticas, además de la destrucción del enemigo, se lanzaron al asalto y en él murieron los dos jefes de Batallón. Toda la moral y todas las ansias de emulación se vinieron abajo y se acordó evacuar lo que aún conservaban del edificio, donde aún se combatía piso por piso en cada uno de las siete plantas, que fue íntegramente ocupado por las fuerzas nacionales. El Coronel Alzugaray montó en cólera, arrestó a los Capitanes y ordenó que fuesen expedientados y juzgados. Poco después fue el propio Alzugaray quien cayó herido y le sustituyó en el mando el TCol. Ortega.

"La Batalla de Madrid", Francisco Cabrera, Lista TINET


EL CORTO VERANO DE LA ANARQUÍA. VIDA Y MUERTE DE DURRUTI 

Hans Magnus Enzensberger.
El volumen empieza con un prólogo, «Los funerales», y acaba con un capítulo sobre «La posteridad». Entre ambos se cuenta la historia de un héroe proletario, desde su infancia en una pequeña ciudad del norte de España hasta las «siete muertes» de Durruti, que nunca han sido aclaradas. El autor justifica por qué decidió narrar esta vida basándose exclusivamente en documentos: reportajes, discursos, octavillas, folletos; así como memorias y entrevistas con testigos oculares que sobrevivieron. Esta vida no está escrita por nadie, y por una razón poderosa: ningún escritor se habría arriesgado a escribirla: «se parece demasiado a una novela de aventuras» (Enzensberger citando a Ehrenbourg). Novela-collage, pues, reconstrucción siempre fragmentaria, a la vez incompleta y demasiado rica, «contradictoria», siempre vinculada a las centelleantes incertidumbres de la tradición oral: novela de Durruti donde la Historia aparece como «ficción colectiva».
La necesidad de este procedimiento narrativo se manifiesta en cada página. Está muy centrada en la persona de Durruti, el cual, antes de convertirse en uno de los líderes militares de la guerra civil, participó en España y fuera de ella en muchos atentados, atracos a bancos y secuestros, actos clandestinos por definición, y de los cuales sería inútil esperar la relación exacta. Pero también gira en torno a la naturaleza misma de la lucha anarquista. En una entrevista reciente en Barcelona, Enzensberger afirmó: «Fue un trabajo apasionante porque me permitió hablar con un tipo de personas que en el mundo actual ya no serían reales, porque la pureza de aquella gente ya no existe», y calificó esa etapa del anarquismo español como «una de las aventuras más fascinantes del siglo XX».
Hans Magnus Enzensberger (Baviera, 1929) es uno de los creadores más agudos y significativos de nuestro tiempo. En Anagrama se ha publicado gran parte de su polifacética obra: los ensayos recogidos en Detalles, Polítíca y delito, El interrogatorio de La Habana, Para una crítica de ¡a ecología política, Elementos para una teoría de los medios de comunicación, Conversaciones con Marx y Engels, Migajas políticas, ¡Europa, Europa!, Mediocridad y delirio, La gran migración, Perspectivas de guerra civil, Zigzag, El perdedor radical y En el laberinto de la inteligencia, las novelas El corto verano de la anarquía (Vida y muerte de Durruti) y Josefine y yo, los libros de poemas Mausoleo y El hundimiento del Titanic, el libro de poemas y ensayos Los elixires de la ciencia y la obra teatral El filántropo.





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